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Arturo Miranda

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Antonio Salazar.

Publicado en el Catálogo "Posticus Locus", Exposición de Pintura, Dibujo y Escultura.

Antigua Academia de San Carlos. ENAP-UNAM.

UNAM.

México.

1998.

 

ISLAS DE MONÓLOGOS SIN ECOS, LOS HOMBRES.

 La Plástica de Arturo Miranda.

1. He revisado con atención la obra plástica de Arturo Miranda: su temática me ha I recordado insistentemente la narrativa de autores como André Malraux, Jean-Paul Sartré, Albert Camus y –entre nuestros escritores- la de José Revueltas porque aborda el problema de la condición humana desde una perspectiva afín a la de los escritores. Es decir, priva en ella una gran crudeza, un rechazo a toda idealización.

No apunto vínculos literarios para eludir las referencias plásticas, como la relación que tiene la obra de Miranda con el Goya de Los Caprichos o con Bacon, y a la cual se han remitido ya otros críticos; no, apunto vínculos literarios porque la gráfica de este artista contiene en realidad un discurso, no obstante la parquedad de sus elementos.

En efecto, la obra de Arturo Miranda declara que el hombre no es el hombre y el mundo no es el mundo . Pero en su no ser ellos mismos, tampoco se corresponden: no es un mundo invertido para un hombre que accede a otra categoría; sencilla y trágicamente, hombre y mundo se excluyen. Una de las obras mas representativas al respecto muestra a un hombre que, incapacitado para caminar, mira pasar un automóvil. En la obra no existe un rostro propiamente, pero la disposición de la figura indica que el hombre mira el paso del automóvil con desesperanza y, también, con la conciencia de que la oferta e posibilidades que entraña no son para él. Si algo necesita el hombre de la obra es poder desplazarse, pero el medio que la sociedad habría dispuesto para eso le resulta ajeno. El espectador se plantea entonces dos preguntas:

¿Ese mundo es verdaderamente para ese hombre? ¿Ese hombre vive en un mundo al cual puede adecuarse?

La obra de Arturo Miranda declara que el hombre no es el hombre y el mundo no es el mundo , en este sentido constituye una denuncia de la enajenación de nuestro momento. Y, ciertamente, expresar la enajenación no ha admitido –a lo largo de la historia del arte- recursos muy diversos: han sido la sordidez, la animalización y la cosificación de manera preponderante.

El Callejón de las Delicias. Die Waldschneise von die Vergnügen. The delight back street. Óleo / Tela. Öl / Leinwand. Oil / Canvas. 170 x 140 cm. 1993. México.

Son estos los elementos que componen la atmósfera de la obra que nos ocupa. Erich Aurebach ( Mimesis. La representación de la realidad en el arte ) acuñó el concepto morboesteticismo para referirse a esta estética.

2. José Revueltas escribió: “La atmósfera que forma el artista, los escenarios que prefiere, las tintas que elije y los tipos que maneja forman su propia estética. Y es su estética lo que manifiesta su actitud ante la vida y el mundo”. La estética de Arturo Miranda es mórbida: los rostros y los cuerpos son sugeridos o, mejor, deformaciones; los espacios y los pocos objetos en él contenidos son aversivos o, mejor, hostiles. El ambiente es siempre una amenaza para los personajes, pero lo son ellos para sí mismos también.

En general, los rostros que presenta este trabajo se ocultan tras una máscara inspirada en las máscaras antigás utilizadas desde la Primera Guerra Mundial a raíz del uso de las armas químicas. La representación de esta máscara tiene dos implicaciones: en primer lugar, diluye toda posibilidad de individualización de los personajes, de tal modo que uno y otro son relativamente iguales, homogéneos, seriados; en segundo lugar, se alude a un medio contaminado, agresivo, letal del que es necesario protegerse.

Es decir que la elección de la máscara como elemento gráfico incide eficazmente en la premisa de la obra en tanto que niega el rostro de los personajes, sustrayéndolos de cualquier individualización. Cabe recordar que la inmensa tradición del retrato en la plástica pretendió siempre, y al margen de la tendencia artística correspondiente, dar un sentido al hombre en su medio, en su condición, en su época. La obra de Miranda apunta en el sentido contrario: para esos hombres no hay sentido.

Cuando los rostros de esta obra no se ocultan tras la máscara –y podría apuntarse por tanto a la singularización de los personajes- , ocurre que provienen de fotografías periodísticas de la nota roja y la columna política, entendidos como los espacios del periodismo donde se concita mejor la degradación humana.

De la nota roja provienen rostros criminales y de hombres asesinados. Hombres que no son hombres a causa de que han violentado el orden social en el que cobra sentido el ser humano o que no lo son porque han muerto. Si, el morboesteticismo es permanente ya en la selección de los rostros, el procedimiento creativo consiguió un énfasis, pues las fotografías se presentan rasgadas y son complementadas con trazos deliberadamente inexactos, desproporcionados, simples. En todos los casos, el pie de la fotografía, donde acaso se leían los nombres, está parcial y significativamente mutilado.

Sin Título. Mina seca y Collage / papel.57 x 38 cm. 1992. México.

Los rostros de personajes de la política nacional tienen el mismo tratamiento que los anteriores, lo cual conlleva el propósito de asemejarlos. Es así que los cuerpos que complementan estos rostros muestran contorsiones sórdidas, de tal suerte que niegan el porte de ejemplaridad o el pretendido carisma que mostraban originalmente, o bien subrayan la arrogancia, el cinismo o la perversidad que nos pudieron negar al ser fotografiados.

Por su parte, los cuerpos que predominan en la obra de Miranda se encuentran lisiados, son funcionalmente inútiles. Cuando no es así, se trata de cuerpos animalizados. No son de hombres, sino de algún tipo de bestia que, sin embargo, no causa temor, sino conmiseración. Son el reveso de una mitología de faunos, centauros, tritones y cíclopes, porque carecen de grandiosidad y de papel en un orden natural o divino. Son una excrescencia.

La silla alude al cuerpo humano(la idea es e Borges), también una escalera, un bastón…Los personajes de Arturo Miranda no podrían sentarse, no podrían ascender, ni siquiera podrían sostenerse en un bastón porque han perdido su condición humana. Para ellos no hay una civilización proveedora. El espectador, entonces, se hace otras dos preguntas: ¿Para nosotros hay una civilización proveedora? ¿Nos ubicamos naturalmente en el mundo y éste nos sirve? La obra de Miranda responde claramente: el hombre no es el hombre y el mundo no es el mundo .

3. El morboesteticismo, según lo define Auerbach, susitó siempre una reacción de rechazo en vista de que se contrapone a la tendencia idealizante del arte. Así sucedió con la comedia griega y así habría de suceder con el realismo del siglo XIX. Por lo tanto, no resulta extraño que la obra de Miranda provoque controversias. Su contenido no reconforta, no es cómodamente ambiguo, no permite una lectura exclusivamente formal. Por el contrario, la obra inquieta, declara, fuerza a valorar su discurso.

En nuestra opinión es inútil evadirla. Resulta más provechoso afrontarla porque representa un alegato inteligente acerca de la enajenación y sus efectos. Probablemente uno de los ocultos rostros de la obra sea el nuestro.

 

Antonio Salazar.

 

 

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